Sobresalir a cuesta de lo que sea. Ser el más impecable…aprisionarse, disciplinarse innecesariamente con doctrinas insustentables, porque la autodestrucción organizada o desbaratada es al final y al cabo inherente al humano; o el fugitivo más feroz de los paradigmas, buscar lo vil, despreciado para ingerirlo y deliberadamente desaparecer, si es posible, hoy mismo, no importa porque, uno u otro método de acción, son meros ciclos…sin un verdadero inicio, y mucho menos, un fin que valga la pena. Sobresalen sí, pero como simples pulgas que en un brinco se van, sin más, entre el pelaje.

Ciclos sustentados por sedes férreas que creen dirigir a un polo, ¿norte o sur? Quien sabe, pero extremo al fin.

Vaya que equivocados están ambos tipos de personas, creen ver, creen nutrirse: comen lo que sea, mastican lo que venga, cada vez en mayor cantidad pero con menor provecho de digestión…Inician en el ciclo, terminan en el ciclo…de nada sirve introducir al estomago porque, la verdad es que sólo los que conocemos a Jesús estamos completamente llenos. Somos ya reconocidos, tenemos la certeza de saber que el VERBO nos alimenta de verdadero Pan. Nunca moriremos de inanición porque conocemos el camino seguro; El Camino que destila.

Saber que Alguien nos amó y fue capaz de dar su propia vida por nosotros, nos libra de desesperanza y extremos fatuos. Por lo tanto, no hay por qué sobresalir en este mundo pasajero, reinado por mascaras….porque sabemos quiènes somos: hijos de Dios creados para disfrutar una eternidad a su lado, nunca para llegar a polos mundanos desolados que enredan en ciclos tras ciclos.