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12/06/2006

¿Estorbas?




Se levanta de un brinco. Con ansiedad se viste con lo primero que encuentra. Echa de nuevo un vistazo al panfleto sobre la mesa y sonríe pues, comprueba una vez más que va a llegar puntualísimo. Un trago al vaso de leche como desayuno. Sale corriendo a la calle con el cabello despeinado, el espejo en el vestíbulo no cumple su objetivo. Cae justo en medio de la calle cuando el semáforo aún está en amarillo. No se toma el tiempo de arreglarse las agujetas que provocaron tal incidente y poniéndose de pie y con nuevos bríos ya no camina más, ahora corre.

El dentista lo ve cruzar en frente de su clínica. No logra encontrar el tiempo para sacar tal atestiguamiento en alguna conversación hasta que su secretaria se acerca para preguntarle sobre cuestiones de trabajo. Logra desviar el tema e introduce a la plática su fingida preocupación por quien acaba de ver y por fin, simula frases y gestos de compasión.

Justo arriba de la colina, cuando el mecánico lo ve corriendo y acercándose a la banqueta en frente de su taller, voltea de nuevo su rostro al cofre abierto de un carro e intenta concentrarse en su quehacer. Decide mejor salir a encontrarlo y justo cuando lo tiene a unos cuantos metros sólo logra expulsar de sus labios un simple…”hola”. Aquel apenas sonríe. No atenúa su paso.

Fuera de la ciudad, extenuado pero no desesperanzado pasa a lado de un campo. De repente un agricultor le obstruye en seco su correr y le dice: “No vayas”. Por un momento titubea, pero su alma está tan ilusionada que cierra sus oídos y le da un apretón más fuerte al panfleto que trae en su puño y continúa corriendo. De lejos se escucha, cada vez con menor fuerza, la voz del viejo agricultor: “No vayas…no vayas…no vayas”. Casi al acercarse escucha un murmullo, luego gritos junto con aplausos, y al unísono miles de voces: “Ve…ve….ve”.

Le recibe una multitud con júbilo. Ojos desvariados le acercan una copa. De rostros hermosos se entrevén lagrimas; le invitan pero desafanadamente y al instante lo dejan para acercarse a otros más que acaban de llegar. Figuras relucientes puestas en lo alto son veneradas por algunos que se flagelan; pero aquellas sólo quietas están inmutadas ante tanto sacrificio. Otros hastiados de tanta risa, mejor se dejan embriagar por el sopor y en lo que a veces parecen ser estados de inconsciencia; pero muchos más con histeria le animan y después susurran:”ve…ve”, “no temas…ve”.

Se acerca. Detrás todos en silencio. Un abismo…da un paso más...

Del fondo sopla un viento que trae entre sì el panfleto:

“Querido amigo:

Pídeme lo que quieras y será tuyo.
Confía en mí.
Sólo te pido que vengas hoy.
Te espero a las 12:00 p.m.
Atte. Lucifer”.

“….y él (nosotros) no los ha estorbado”. (I Samuel 3:13).

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